Oddun: Ika Meji
En los días antiguos, Yemayá, la poderosa Orisha de los océanos y la madre de todas las aguas, observaba a una joven llamada Olokun que vivía cerca de la costa. Olokun soñaba con hacer crecer su pequeño campo en un terreno árido y difícil. A pesar de sus esfuerzos, sus cosechas no prosperaban y la tierra permanecía seca, resistiendo sus intentos de hacerla fértil.
Yemayá, quien representa la perseverancia, observaba a Olokun desde las olas, admirando su determinación. Decidió acercarse para ofrecerle una lección. Una noche, Yemayá emergió de las aguas bajo la luz de la luna, en su majestuosa forma, y le habló a Olokun.
“Hija, el mar nunca se cansa; día tras día, las olas golpean las rocas hasta moldearlas. Así debes ser tú, constante como las aguas, adaptándote, perseverando y confiando en que tus esfuerzos serán recompensados.”
Inspirado, Olokun siguió el consejo de Yemayá. Cambió su estrategia, trabajando la tierra poco a poco y aprendiendo de cada desafío. Con el tiempo, su paciencia dio frutos, y su campo comenzó a florecer, verde y abundante.
La comunidad, al ver los resultados de la perseverancia de Olokun, acudió a Yemayá para agradecerle. Desde entonces, cada vez que las olas golpean la orilla, el pueblo recuerda la lección de Yemayá: la importancia de la perseverancia y la confianza en que, como las aguas, nuestros esfuerzos continuos pueden moldear incluso los terrenos más duros.
Reflexión:
Este pataki, según el oddun Ika Meji, nos enseña el valor de la perseverancia y la importancia de no rendirse ante los desafíos. Yemayá nos muestra que, como las olas que moldean las rocas, la constancia y la adaptación son claves para alcanzar nuestros objetivos.